¡Y por los siglos de los siglos, amén! Curiosa frase bíblica que revela uno de los grandes enigmas de la humanidad: la inmortalidad. La perpetuidad en el tiempo es algo que siempre ha sido deseado en el transcurso de nuestra historia y desde tiempos inmemoriales. Dejar constancia de nuestras acciones y obras es algo consubstancial al ser humano, pero todo tiene un precio. Investigar sobre la esencia de esas acciones, incluyendo los valores y misión que perseguimos, se convierte en nuestro punto de partida. Por tanto cabría preguntarse a sí mismo cómo nos recordarán, cuáles son nuestros objetivos y cómo éstos repercuten a nivel social, emocional, laboral, histórico, y un sinfín de atributos más.

Centrándonos en nuestro caso de estudio, también podemos aplicar dicha frase bíblica en los actos de investidura de nuevos caballeros y damas que se realizan en las distintas Órdenes; dejando así constancia y ejemplo para futuras generaciones. De esta manera, el ingreso a la nueva hermandad está rodeado de un protocolo y ceremonial que intenta perpetuar un sello de identidad inequívoco en el transcurso del tiempo. Pero, ¿por qué es importante contar con un exhaustivo y armonioso protocolo y ceremonial en las Órdenes? Antes de dar respuesta a esta pregunta, sería conveniente dejar claro dos términos: “protocolo” y “ceremonial”.

Se entiende por protocolo como aquella “ciencia que estudia e investiga las normas y costumbres sociales, basadas en las normas jurídicas y fuentes del derecho, para su correcta ejecución a la hora de transmitir un mensaje determinado en el campo de las relaciones políticas, diplomáticas, empresariales y sociales” (definición propia). El protocolo se convierte en la llave maestra de cualquier acto ya que es el arte de comunicar, el arte de facilitar y transmitir un mensaje a nuestro público en cuestión y el arte de armonizarlo en un contexto inequívoco.

Entendemos por ceremonial a toda aquella serie o conjunto de formalidades que ponen en práctica la sabiduría del protocolo en un lugar, un tiempo y un contexto determinado para que obtengamos como resultado ese gran valor que muchos desconocen: la solemnidad. Por consiguiente, nos encontramos ante un ceremonial que imprime carácter a cualquier acto y se convierte en el brazo ejecutor del protocolo.

Como hemos podido comprobar, tanto protocolo como ceremonial se convierten en las piezas claves para que cualquier acto en cuestión transmita los propios valores y objetivos de la institución, permaneciendo en la retina del público objetivo por un espacio de tiempo ilimitado. No obstante, estos dos términos comentados anteriormente se materializan en una palabra clave: “solemnidad”. En el caso que nos compete, cualquier acto realizado por las Órdenes debe irradiar “solemnidad” y “armonía” para que esa tradición histórica y legado cultural se mantengan, proyecten y perpetúen en el tiempo. En caso contrario, estamos atendiendo a una fiesta más cuyo objetivo no es transmitir los valores de la propia hermandad sino asistir a un evento que será recordado sin pena y sin gloria cuyo aporte es nuestro propio reconocimiento social. Es en este caso cuando estamos dando nuestra espalda a una tradición milenaria y a una herencia cultural que, lamentablemente, tendrá los días contados.

La fusión del protocolo y ceremonial en la investidura de nuevos caballeros y damas en las distintas Órdenes tiene que materializarse en un conjunto armonioso de elementos y valores. Para ello es fundamental que los objetivos y misión de la propia Orden se respiren por doquier desde el principio hasta el final del ceremonial de investidura. Han de estar continuamente presentes en la mente de todos y cada uno de los asistentes para que la esencia de la hermandad glorifique el pasado, magnifique el presente y asegure su continuidad en el futuro. Existen una serie de cuestiones que han de estar presentes en todo acto ceremonial de cualquier Orden y que a continuación se detallan:

 

  • Es fundamental la figura del denominado “maestro de ceremonias” quien conduce en todo momento el acto ceremonial y honra con su presencia la memoria histórica y cultural de su Orden. Es el responsable también directo de dar a conocer y transmitir de forma muy sutil los valores, objetivos y misión de la Orden para todos los hermanos y presentes. Se convierte en la persona clave del acto ceremonial ya que entroniza la esencia y el ritual de su Orden.

 

  • Cuando los nuevos caballeros y damas van a ser investidos en la Orden, es crucial dar a conocer brevemente los motivos por los cuales acceden a la misma. Es una forma de honrar también a la Orden entre todos los asistentes y dignificar a la misma por sus acciones.

 

  • Cuando algunos hermanos vayan a ser nombrados con un nuevo cargo dentro de la Orden, sería conveniente que brevemente se explicara los motivos por los cuales han sido honrados. Esta acción se convierte también en un halo de esperanza y gratitud que ha de ser conocido y reconocido también por todos los asistentes.

 

  • La etiqueta usada dentro de cualquier acto ceremonial de la Orden se convierte también en un signo inequívoco de respeto e imprime solemnidad al acto en cuestión. Debemos recordar que es el propio anfitrión quien determina el código de vestimenta y no hacer buen uso de esta buena práctica se considera una falta de respeto hacia su persona.

 

  • “Solemnidad” y “armonía” deben estar siempre presentes en cualquier acto ceremonial ya que son los encargados de transmitir los propios valores, misión y objetivos de la hermandad. Son piezas clave para honrar, dignificar y perpetuar una Orden en el transcurso de la historia y del tiempo. 

 

  • Los buenos modales son algo que siempre han de estar presentes en cualquier acto ceremonial de una Orden, concretamente “antes, durante y después”, ya que se convierten en nuestra mejor carta de presentación. Son ese sello de identidad inequívoco que nos distingue del resto. 

 

  • Poner en práctica entre la hermandad esos valores que transmiten ya que es la única forma de hacer que la Orden en cuestión esté más viva que nunca.  

 

  • La elección del lugar donde se celebrará el acto ceremonial también se convierte en el enclave perfecto para que el protocolo y el ceremonial trabajen al unísono e impriman carácter, respeto y consideración no sólo para la propia Orden sino para la sociedad en general. 

 

  • La elección de invitados para el acto ceremonial también se convierte en un requisito sine qua non ya que tiene que estar en perfecta consonancia con los valores, objetivos y misión de la Orden. La calidad de los invitados tanto a nivel personal como profesional hacen que la Orden esté más viva que nunca, sea respetada y considerada en cualquier escalafón de nuestra vida social. 

 

Probablemente haya alguna consideración más que podría comentar al respecto, pero las mencionadas anteriormente juegan un papel fundamental para que cualquier acto ceremonial de una Orden brille con luz propia y se convierta en todo un acto protocolar y ceremonial al uso. Nunca olvidemos que la “solemnidad” y la “armonía” son las piezas claves de todo este entramado si realmente deseamos que nuestro sello de identidad e imagen sirvan también de punto de referencia para futuras y venideras generaciones. En nuestras manos está perpetuar la inmortalidad de una Orden.

El pasado día 15 de junio de 2019 tuve el honor de asistir como invitado a la investidura de nuevos caballeros y damas de la Asociación Española de caballeros y damas del Temple, más conocida como Orden del Temple, en la bella ciudad de Antequera (Málaga). Un ritual ancestral que me dejó atónito por su singular belleza, armonía y exquisitez debido al enclave, los asistentes congregados y un ceremonial que rendía honores al protocolo. Emoción, cultura y tradición se mezclaban para honrar a una Orden con más de 800 años de historia; siendo la más antigua y venerada de España. Una Orden que rinde culto a sus valores y magnifica un presente con un futuro muy prometedor debido a su contribución a la esfera social.

Pude disfrutar in situ de un acto ceremonial sin precedentes donde estuve arropado por todos sus miembros en todo momento. Me hicieron sentir como uno más de la Orden y me embriagué de sus valores tanto éticos como humanos. Solo tengo palabras de agradecimiento por haberme hecho partícipe de esta venerada y noble Orden donde me sentí como en casa. Gracias a todos y cada uno de sus miembros por abrirme las puertas de la Orden, abrirme sus corazones y brindarme su incondicional amistad. Un acto ceremonial donde el protocolo se convertía en el verdadero hilo conductor del ritual, magnificando y honrando así la grandeza de la Orden en cuestión.

Cuando la excelencia se materializa en todas las acciones de un acto ceremonial mediante la armonía y la solemnidad, nos encontramos ante un legado histórico y cultural que pervivirá por los siglos de los siglos.

 

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Pedro Luis Sánchez Torres
Experto en protocolo, diplomacia y relaciones institucionales

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